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domingo, 1 de agosto de 2021

¿Dónde están mis chasers?

 



¿A quienes nos referimos cuando hablamos de chasers? 
Nos acercaremos a una definición, mediante la cual no pretendemos construir un sentido cerrado: podríamos decir que cuando hablamos de chasers nos referimos a personas que buscan o pretenden "cazar" a quienes habitan un cuerpo-identidad no contemplada dentro de las normas imperantes del deseo, es decir, que expresan una pulsión que no responde a un gusto mainstream. 
Forma parte de la historia del término “chaser” una mirada patologizante, por parte del sistema médico y en consecuencia, una construcción de la imagen social del sujeto. Podríamos decir que esta patologización colabora a que esas personas estén enclosetadas en ese deseo, lo vivan como un morbo, impactando al momento de vincularse con personas trans.

“Chaser” también tiene historia con las comunidades y personas “bug chasing”, cazadores del “bicho” VIH, que hasta el día de hoy siguen erizando los pelos de más de une queer liberade. Los bug chaser tienen gift givers, los feeders feedee, pero no existe término para la persona trans que guste de albergar los deseos de une chaser.
No suele interpetarse como chaser a la persona que únicamente se vincula con mujeres/hombres cis delgades, ni su deseo es entendido como una “fetichización deshumanizante”, por el contrario, ese es un gusto predeterminado, normativo.

Nos resulta usual, en nuestras comunidades de pertenencia, ver que cuando una persona cis se acerca a personas trans, con intenciones de levante, la etiqueta “chaser” aparece rápidamente, atribuyendo un sentido peyorativo a esta expresión de deseo, aún si esta persona no expresa estar buscando única y explícitamente personas trans. Tambien observamos que este sentido despectivo  se le atribuye, en su mayoria a tipos cis y nos preguntamos cuánta  misandria,  homofobia en ocasiones y vigilancia corporal obra detrás de esto. Invertidamente, cuánta presunción de inocencia innata cargamos en aquellas mujeres cis cuyos avances, consumos y usos jamás serían encuadrados dentro de lo “chaser”. 

¿Por qué, generalmente, desde nuestras comunidades trans percibimos como “chaser”, con un sentido despectivo, que una persona cis busque especificamente personas trans, definiendo esta accion como un “fetiche deshumanizante”? Y ¿por qué, por el contrario, no es percibido de igual manera que personas trans busquen o se vinculen únicamente con personas trans? 

Si hacemos un recuento de las experiencias que tuvimos con chasers, personas que enuncian explícitamente la búsqueda de personas transmasculinas en nuestro caso,  fueron en su gran mayoría experiencias beneficiosas o al menos no perjudiciales. No fueron así las experiencias con personas que querían “probar” con un tipo trans y no estaban seguros  de su deseo, eso definitivamente nos hizo sentir incómodos, extraños e inferiores, inseguros a merced de expectativas ajenas.
A nuestro modo de verlo, reconocerse como chaser no puede ser razón suficiente para sentenciar un acercamiento subalternizante, o explotativo de nuestra “otredad”; sólo la acción concreta de tratarnos como objetos exóticos puede hablar.
Entonces, ¿siempre es un fetiche deshumanizante que gusten de nosotros/es/as?
Creemos que en parte, sostener esta idea es arrojar un estigma sobre las personas que nos desean o reproducir una mirada moralizante sobre el deseo hacia nuestras corporalidades,  incluso nos coarta a nosotros/es/as mismos/es/as de habitar otras experiencias de sentirnos deseados /es/as y del ejercicio de distintas dinámicas sexuales. 
Rechazamos que sean leídos como lugares en donde es imposible experimentar placer, mediante una experiencia vital concreta, como también rechazamos los intentos de obliterar el conflicto que implica  la experiencia de vivir.

¿Por el contrario, es siempre garantía de bienestar o comodidad estar con personas trans?¿no es acaso una postura victimista creer que las personas trans somos unicamente un deposito de lo que las personas cis nos proponen? 
También nos preguntamos en relación a quienes son “objetos” de deseo ¿Quienes enuncian ser personas fetichizadas? ¿Qué características reúnen? ¿Existen personas trans más deseadas que otras? 

No todas las personas trans compartimos calcadamente las mismas experiencias y no todos/es/as tenemos una mirada común de las cosas, con algunas personas sólo compartimos el adjetivo trans.
Acceder a información de personas trans que “destransicionan” por la hostilidad de sus contextos o porque les es imposible realizarse como quieran sexual/románticamente, nos hace pensar en los contrastes que hay entre estas experiencias y la de las personas que denuncian ser fetichizadas. Consideramos que es muy importante no perder de vista que estas posiciones, al estar asentadas en cómo pensamos y sentimos, derivan de los lugares que socialmente se nos imponen que ocupemos. Sin traspasarlo a culpa, debemos poder hablar de cómo el deseo también es algo moldeado colectivamente y sus directrices corporales son impresas en la valoración del atractivo de cada persona. Mientras que haya quienes prefieran catalogar a todo levante como “intenso” y a otros/es/as se les vaya la vida, literalmente, queriendo sentirse deseados/es/as. Reivindicamos esas búsquedas específicas hacia nosotros/es/as como una revancha.

La historia del fetichismo y de los objetos fetiches está compuesta, entre otras cosas, por la colonización cristiana y la subsiguiente creación de esos mismos conceptos, por el innegable hechizo que ciertas imágenes evocan. Más allá, también, de su antigua catalogación como “impulso perverso”, fetiche/fetichismo pasó por un proceso que decantó en una manera de generar tejidos afectivos y un campo fértil para la exploración sexual y psíquica.

¿El acto de fetichizar a una persona nos ubica de forma inherente en un rol asimétrico de poder, con una intención deshumanizante destructiva o creemos que fetichizar puede ser, en ocasiones, un juego delimitado y pretendido por las personas implicadas?
¿Qué cuestiones hacen deshumanizante que una persona exprese un deseo sexual específico hacia nuestras identidades/corporalidades? ¿Qué pasa cuando esta mirada no es impulsada desde un lugar de deseo y es desde la romantización de nuestras experiencias?  

Creemos que el acto de fetichizar sexualmente a una persona no tiene las mismas implicaciones o consecuencias cuando sucede en una plataforma de citas con las especificaciones que tiene Grinder, donde hay un consumo casi exclusivamente sexual, al consumo o deseo en el que podemos vernos envueltos dentro de nuestras comunidades de pertenencia, en situaciones donde no hay una propuesta sexual inscripta de antemano.  

La designación de “chaser”  es rara vez utilizada como manera de nombrar al conjunto de personas que, en una idealización homogeneizante de nuestras experiencias de vida, buscan vincularse con personas trans en torno a un beneficio personal. 
Creemos que “fetichización deshumanizante” es la que conllevan algunas prácticas que no son leídas en esa clave y de hecho obran en la exotización de los/las/les individuos/as/es trans. Por ejemplo, quienes en su producción, se obsesionan con retratar la vida de personas trans, persiguiendo un rédito social o artístico, económico, sin miramientos ante los prejuicios o daños que ejercen desde ese accionar: la romantización de nuestras experiencias fundando estereotipos o narrativas oficiales en torno a la “transición”, la hiper visibilización o exposición desmesurada, exotizando nuestras corporalidades o modos de existencia, la estigmatización de nuestras sexualidades o lo que es peor sentidos negativos y perjudiciales sobre ciertas experiencias especificas como podrian ser operaciones o terapias de hormonización , etc. 
Un ejemplo son las personas trans que han sido contratadas como “materia prima” para producciones cinematográficas, artísticas, académicas o en espacios LGBT “inclusivos” y han sido tremendamente explotadas para generar un capital social y económico que no les ha favorecido. Ha sucedido todo lo contrario: fueron utilizados/es/as, saliendo perjudicados/es/a personalmente, económicamente o sintiéndose humillados/es/a, colaborando muchas veces, inconscientemente, a la construcción de sentidos que no son beneficiosos para sus existencias, en un sentido comunitario. Incluso habiendo sido romantizada la experiencia de vida previamente, mucho cuidado con ser demasiado masculino en la expresión de género, porque la misandria está presente y puede valer un escrache o la exclusión de espacios. Sin mencionar la cantidad de trabajo académico, o de producción teórica no reconocido (ni remunerado),  por las instituciones o  por compañeres que luego lo utilizan o apropian directamente. 
Creemos que justamente eso es fetichizar u objetivar de forma deshumanizante, sucede sobre todo fuera del marco de una plataforma de levante o yire, tetera virtual, donde uno es consciente y accede a un tipo de contacto sexualizado con el otro. La fetichización es deshumanizante cuando en la interacción no hay escucha, hay destrato, infantilización o  romantización de nuestras experiencias. 
En lo anteriormente expresado, no estamos diciendo que uno/a/e no esté expuesto/a/e a recibir comentarios transfobicos o cisexistas en estas plataformas, o incluso a habitar situaciones presenciales de violencia no deseada, como sucede en la vida misma, nos referimos a la experiencia de vincularnos con personas que sí nos expresan su deseo. Consideramos que a veces, en los espacios de yire o levante hay un deseo genuino. En algunas situaciones se ponen en conflicto diferentes intereses y puede no haber consenso. Por ejemplo, una persona en el lugar de “cazado”  puede estar buscando un vínculo más allá de lo sexual y la otra persona, el cazador, estar enfocada en un consumo exclusivamente sexual. Esto puede ser percibido como un acto de fetichización deshumanizante. O una persona que puede ser percibida como “chaser” puede tener una actitud dominante con la persona “cazada” y esta puede no sentirse cómoda o convocada por que también busca ejercer roles dominantes. Consideramos que lo que puede estar sucediendo es un desencuentro de intereses y creemos que no es a priori algo malo. Planteamos estas reflexiones desde una perspectiva exclusivamente transmasculina y entendemos que hay otras cuestiones a tener en cuenta con otras identidades.
Es cierto que nos vemos envueltos en situaciones que pueden dañarnos o doler, pero tambien es el riesgo que implica la experiencia y vincularse sexual y afectivamente con otras personas, no solamente con personas cis, tambien con personas trans.

¿Quién dijo que no podemos estar a la caza de nuestros/es/a cazadores?
La fetichización de nuestros cuerpos puede ser capitalizada a nuestro favor, bajo nuestro consentimiento, con acuerdos que se adapten o difieran en los distintos contextos. Entendemos a la política prosexo como un hacer con guías flexibles, en su horizonte siempre prevalece la pregunta en torno al deseo y el desarmado individual o colectivo de aquello que lo obstaculice. Rechazamos aquello que busque reprimir, fundar sentidos moralistas en torno a las expresiones y demostraciones de deseo hacia nuestras identidades.


TXXX
TXXX


miércoles, 7 de octubre de 2020

Sexing The Transman: el p0rn0documental que a nuestra justicia epistemológica (? le faltaba

 


Es muy probable que ya conozcas a Buck Angel si llegaste a este blog; para bien y para mal también. Aunque últimamente parece que el Tranpa (por Trans+Grandpa, osea el Awelo Trans) está en una carrera para probar lo dolorosamente liberal y reaccionario que alguien podría ser, much*s lo conocimos por lo copado: su carrera p0rn0. Tal vez por haber sido la primera vez que veíamos a un travo en acción tan hot, tal vez porque algo de esas imágenes resonaban sin poder comprender bien esa resonancia, lo cierto es que sus performances despiertan mucho más que la simple curiosidad, y de carne estamos hech*s.

Después de haber aparecido en Cirque Noir (2005) convirtiéndolo en el primer performer trans en ser incluído en la productora gay Titan Media, después de haber sido el partneir de Gia Darling en la primera escena filmada de T4T (filmada con producción, presupuesto), después de ser el primer hombre en ganar el premio al Mejor Performer Transexual de los Premios AVN de 2007; en 2010 se arma con una camarita digital y sale a la caza de otros travos para conversar de sexualidad, testosterona y por supuesto para calentarse.
Así surge la primera entrega de Sexing The Transman: un documental formato entrevistas+XXX que reúne a distintos hombres trans y personas que los desean. Una de las cosas que enriquece al documental es algo que hoy sería lo mínimo esperable: dar plataforma a las primeras experiencias en vez de adjudicarnos vocer*s - aunque tampoco sucede de manera usual ahora-, pero 10 años atrás esto era romper una pared para empezar a vislumbrar qué hay, sinceramente, del otro lado.
Con un ethos bastante punk, sin pelos en la lengua, Sexing The Transman se mueve entre el testimonio, pajas, fantasías y fisteos.


Este documental fue traducido y subtitulado por Neptuno y Francisco Fernández;  y exhibido en el festival hot A la cama con Buck Angel, organizado por el Frente de Trans Masculinidades en La Sala de Caballito, abril de 2019. Noche que además incluyó un delicioso compilado de placeres sensuales de distintas texturas: ferias de insumos eróticos, kiosco de bondage a pedido, puesto de lustrado de botas, y directamente un dark room.

En esta época que sobrevalora la desesperación por posicionamientos falsamente transparentes e inequívocos y atajadas innecesarias por sobre el placer exploratorio de la piel, no respaldar a Buck Angel en todo lo que hace no nos impediría disfrutar de este material ni por todos los créditos del sentido de Lo Que Es Aceptable que pudieran haber. Preferimos hacernos la paja y por eso acercamos este documental.

Para ver la peli hacé click en la imagen de abajo, se abre en una ventana nueva. Si los subtítulos no aparecen automáticamente, activalos haciendo click en el ícono CC del video.